Por lo general los hechos de corrupción se producen cuando priman los intereses personales y se deja de lado la ética pública. Estos hechos, que benefician a determinadas personas y/o grupos, en detrimento de los intereses colectivos, no permanecen aislados y generan una cadena de acontecimientos que afectan directa e indirectamente los derechos e intereses de la toda la ciudadanía.
Así por ejemplo, una de las consecuencias más graves es la pérdida de legitimidad del Gobierno y el deterioro del Estado de Derecho, lo cual lleva a la ciudadanía a una situación general de indefensión ante la falta de protección y garantías frente a grupos minoritarios que, apañados en la influencia de determinados actores gubernamentales, recurren a prácticas deshonestas y desleales para beneficio personal. En este sentido debemos señalar que los buenos ciudadanos y ciudadanas están llamados a proteger la democracia de este tipo de flagelos, en la medida de sus posibilidades.